5 de la tarde en Aiboa, Getxo, sentado frente al portátil, mientras mi hija Daniela dormita en el sofá, reviso las primeras líneas de un nuevo relato que tengo entre manos desde hace unas semanas. C hace ya una hora que ha salido a pasear con Guillermo II y en la televisión, como casi siempre, Clan TV, domina nuestro ocio audiovisual, la tiranía de los peques en este aspecto es a veces insoportable.
A mi no me molesta CLAN ese no es mi problema, mi crisis creativa tiene otro origen y quizá conocerlo con certeza es lo que me lleva a zanganear un día sí y el otro también. Además tengo la sensación de que Daniela y este estado de tranquilidad en el que se encuentra ahora se verían alterados de manera irreversible si cambiara de canal, o si en un acto de responsabilidad paternal apagara el televisor.
Estoy bloqueado, en punto muerto, en un llano total en el que ni siquiera una ligera pendiente puede hacer rodar mi imaginación hacia un desarrollo aceptable para mi historia. Nothing at all.
Todo comenzó hace unos días, tras despertarme de un sueño en el que mi antigua obsesión por el salto de longitud hacía aparición tras más de una década de ausencia, coincidiendo además con una llamada en la que se me informaba del nacimiento del hijo de un amigo, el primer niño vasco-chino ya formaba parte de nuestra cuadrilla.
24 horas después volvía a soñar con una competición de saltos que se celebraba en la plaza de Tian´anmen . Yo estoy en medio de un desfile de blindados y camiones articulados que transportan misiles nucleares, aunque nadie parece reparar en mi insignificante presencia, ensayo saltos imposibles mientras los blindados tienen que maniobrar de manera brusca para no aplastarme, el público asistente ignora mi presencia y observa fascinado el potencial militar de su país. Ese mismo día boceté la historia y la estructura, y ahora intento sin éxito darle una forma más o menos literaria.
Miro por la ventana del Salón, ahora luce el sol, pero hace unas horas cuando regresábamos de tomar el aperitivo el cielo estaba encapotado. Un cielo triste, que no invitaba a nada productivo, ¿cómo lo definiría alguien en auténtica crisis creativa? británico quizá, bueno es una frase socorrida en este blog, pero no me canso de decirlo, esto es SLOT FROM THE NORTH. Fijaros, estaba tan oscuro que al ver un MGB GT aparcado frente al portal, he dudado de su color. Me ha parecido curioso ver un coupe, se ven muchos roadster, pero pocos de estos por esta zona. La matícula también me ha resultado curiosa JMS 4000, lo sé no tiene nada de especial, es una matrícula británica, pero... hay algo en ella...
ÑIIIIIIIIIIII
Joder, el puto timbre, ¿quién coño será?- me digo a mi mismo.
Así que me levanto a regañadientes con la intención de ser desagradable al coger el telefonillo. Imaginando a un repartidor de publicidad o alguien que se ha confundido de piso.
- ¿Síiii?
- ¿William?
- Sí, quién es.
- Soy yo.
- Y quién eres tú.
- Tú amigo inglés querido.
No puede ser, otra vez no, la visita de mis personajes va a acabar conmigo.
- Está bien Sinclair, ¿qué puedo hacer por ti esta vez?
- ¿Sinclair? Así recibes a tu Tocayo, confundiéndole con ese ser obtuso y primario incapaz de aceptar que su ex amigo le resultara más atractivo a la joven americana.
- ¿James? ¿Eres tú?
- Por supuesto que soy yo.
- Acabas de decir que eres mi tocayo.
- Soy tu tocayo.
- James, yo me llamo Guillermo.
- Guillermo, yo también me llamo Guillermo James William Hamilton, ¿te acuerdas?
- Joder ya está bien de verdad, me estáis volviendo loco, entre Sinclair y tú. Vuestras apariciones, vuestras reivindicaciones identitarias, no puedo más de verdad. Estoy intentando escribir algo un poco más serio, no sé, vosotros sois…
- ¿Qué somos?
- No sé.
- ¿Fantasías pueriles? ¿Reminiscencias de la época en la que leías a PG Woodhouse? O quizá tan sólo somos lo que en el fondo te gustaría ser.
- Joder no, sois de risa, dos señoritos insoportables. Sois, bueno fuisteis un recurso pasajero. Un día hice unas fotos malas de unos coches de carrera y no sabía que escribir, tampoco tenía ganas de volver a hacer las fotos así que os inventé. Y eso fue todo, estáis acabados.
- Eres un mentiroso, un patético mentiroso que empieza un montón de cosas y no acaba ninguna.
- Está bien seré lo que tú quieras que sea, mis personajes os rebeláis de una manera insultante, aunque tan solo seáis un estúpido decorado para un puñado de malas fotos, en fin esto es un sin dios, voy a cortar de raíz con todas estas apariciones. Así que James, ahora me gustaría continuar con lo que estaba haciendo. Discúlpame.
- Así que esta es la hospitalidad de la que tanto nos hablabas en tu visita al club.
- Pero que visita, ¿estás pirado?
- Mira Willy, jajaja, te llaman Willy, ¿sabes lo que es eso en Inglaterra?
- Sí, lo sé, te recuerdo que viví allí una buena temporada.
- Sí, sí, lo había olvidado, rodeado de esos bárbaros, los Geordies, sobre el hediondo Tyne, bebiendo cerveza a granel, fumando cigarrillos comprados en el duty free de Bruselas, patético como siempre.
- Mira James te tengo que dejar.
- ¿No tienes curiosidad en saber que me ha traído hasta aquí?
- Noooooooooo
- ¿Y si te digo que traigo regalitos?
- ¿Qué clase de regalitos?
- Lo ves, eres patético, materialista y narizón.
- Está bien, te seguiré el juego, yo al menos soy real, y tú tan sólo un producto de imaginación, un mal producto por cierto.
- Pero soy rico, guapo, alto, conduzco tus coches preferidos, y me he acostado con la mayoría de las mujeres con las que has soñado acostarte.
- Con todas no.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- De eso ya hablaremos en otra ocasión, ahora ábreme por favor.
- En fin, abro.
Antes de abrir la puerta miro temeroso a Daniela. Sigue dormida, y parece muy feliz. Pero no sé una aparición así, quizá sea demasiado para ella, tan sólo tiene 6 años. Podía generarle secuelas… traumas irreductibles, fobias… pero bueno que puñetas, es una fantasía, dejemos que nos lleve donde nos tenga que llevar.
- Así que aquí es donde vives.
- Aquí vivo.
- Agradable.
- Gracias.
- Pero… pequeño.
- Ya. Un comentario previsible de alguien que debe vivir en una mansión, por cierto me gusta tu chaqueta.
- Gracias. Pero es cara, muy muy cara. Es una pena que tú no puedas permitírtela. Te quedaría bien…arreglándola un poco claro.
- Bueno al grano James, ¿motivo de tu visita?
- ¿Aita?
Coño Daniela. Se acaba de despertar.
- Si, cariño.
- ¿Quién es tu amigo?
- ¿Mi amigo?
- Sí, tu amigo el de la chaqueta azul.
- ¿Le ves?
- Claro que le veo, está en el hall y te está haciendo burla.
- ¡¡James!! Contrólate joder.
- Aita, no digas tacos.
- Hola Daniela, me llamo James ¿Qué tal? Veo que no has salido a padre, eres una niña muy guapa.
Daniela sonríe mientras se estira.
- Verás yo soy un viejo amigo de tu padre. Nos conocimos cuando vivía en Inglaterra.
- Nunca me ha hablado de ti.
- Me lo imagino, todos tenemos un turbio pasado que queremos ocultar.
- James por dios, es una niña de 6 años, cambia el tono o prometo no escribir una línea más sobre ti, o mejor, Sinclair será mi preferido y tú perderás tu fortuna, sufrirás un terrible accidente que te mutilará convirtiéndote en un monstruo…las mujeres te rechazarán, se mofarán de ti y te humillarán constantemente.
- Está bien, tú ganas. ¿Puedo tomar algo?
- Sí, puedes.
- ¿Un cocktel quizá?
- Cerveza, Cocacola, agua o zumo.
- La oferta no es excesivamente atractiva. ¿Qué cerveza tienes?
- Stella Artois, Guiness, Alhambra y Mahou.
- Una Stella, en copa. Perdón, ¿tienes copas?
- Sííííí, tengo copas.
A desgana me dirijo a la cocina, no soporto a Sinclair.
- Qué tenemos aquí… ummm esto es lo que está escribiendo tu padre ¿eh? Veamos de que se trata.
- SINCLAIR, NOOOOO LO HAGAS!!!
- Se titula el saltador de longitud, ¿Quieres que te lo lea Daniela?
- Vale
- SINCLAIR ¡¡TE JURO QUE TE AMPUTO UN BRAZO!!
Los primeros recuerdos de YANG le llevaban a su infancia en G, donde se cimentó su afición al salto. Un día de verano cuando tenía 9 años y sin saber muy el porqué Yang se paró de pronto frente a una marca que había en la arena de la playa de P, apenas visible entre huellas de pisadas sobre la arena endurecida de la orilla, justo en el momento en el que la bajamar había cesado su influencia y la mar comenzaba a reclamar de nuevo lo que consideraba suyo.
- Willy ¿últimamente estás fumando marihuana?
- Sinclair recuerda que hay una niña delante.
- Yang, su infancia en G la playa de P, ¿pero tu consideras esto literatura?
- Es sólo un cuento que estoy escribiendo para un amigo.
Al detenerse frente aquella hendidura en la arena, probablemente realizada con el canto de una pala de playa, se dio cuenta de que ese surco casi imperceptible, dibujaba parte de un pequeño terreno de juego en el que hacía un par de horas una pareja había estado intercambiando golpes.
YANG había observado hipnotizado el balanceo de las palas de los contrincantes durante un rato, y el sonido perezoso del caucho de la pelota sobre la madera de la pala amortiguado por la brisa del noreste, que como casi todos los días de verano se hacía sentir a partir del mediodía, le había llevado a quedarse dormido.
YUE, su madre, le había acariciado el pelo momentos antes de caer rendido por el sopor y ahora mirando fijamente al suelo pensaba en la sensación tibia y reconfortarte de sus manos, las dulces palabras susurradas en chino y como el recuerdo del olor a bocadillo de tortilla que emanaba la bolsa de playa sobre la que había apoyado su cabeza, le había abierto ligeramente el apetito.
- A ver si me entero hay un niño chino que come tortilla de patata que se queda dormido mientras ve como una pareja juega a las palas.
- Exacto.
- Te crees muy ingenioso, ¿no?
- No te entiendo.
- Veamos, en primer lugar ese juego de “palas” ¿en qué consiste? El lector tendrá que saber de que se trata.
- Sinclair es el clásico juego de palas que se juega en las playas.
- En Capri nunca he jugado a semejante juego.
- Sinclair, es un cuento para un amigo mío, una persona normal, y sabe perfectamente de lo que hablo, además es algo complementario, Mise en scene, joder te he dicho que no lo leas. Toma tu Stella.
- Gracias pequeñín.
Antes de hacer nada observó como diferentes grupos de gente paseaban cerca de la orilla; cuatro señoras que hablaban a voces andaban de manera engañosa, porque sus pasos cortos y nerviosos no se traducían en un rápido desplazamiento, una pareja discutía sobre quién de los dos había tenido la culpa de que su hijo Nicolás se hubiese perdido al llegar a la playa, y si deberían haber llamado inmediatamente a los socorristas. Mientras eso sucedía, su hijo Nicolás se alejaba de nuevo hacia el muro del rompeolas.
Durante un par de minutos YANG permaneció inmóvil, con la mirada fija en el final del terreno de juego, sintiendo como las tripas se le revolvían y como un picor que nunca hasta entonces había sentido le invadía las piernas desde las rodillas hasta las caderas.
Se relajó girando la cabeza de un lado hacia otro. 10 veces a la izquierda y 10 veces a la derecha, suavemente, como si unas manos invisibles acunaran su cabeza, muchos años después de su retirada YANG todavía sería recordado, además de por sus plusmarcas mundiales, por esta liturgia tan peculiar.
- ¿Esto es todo?
- Sí, eso es todo.
- Poca cosa, Willy, muy poca cosa.
- Estoy en crisis creativa.
- Y tanto, y tanto…
- Aita.
- ¿Qué cariño?
- ¿Quién es Yang?
- Yang es un niño.
- Tiene un nombre muy raro, pero me gusta.
- Su madre es china, cariño. Por eso el nombre te resulta extraño.
- Niños chinos que comen tortilla de patata, ummm, no sé no lo acabo de ver Willy.
- Joder que no es un niño chino, su padre es vasco y su madre es china, ha nacido en Bilbao por lo tanto es un niño Bilbaino al que le gusta la tortilla de patata, como a casi todos los niños de Bilbao.
- A mi me gusta la tortilla Aita.
- Lo sé cariño.
- Está bien, tú eres el autor.
- Sí YO SOY EL AUTOR. Y me gustaría seguir escribiendo.
- Entiendo. Pero antes tengo que darte tus regalos.
- Procede por favor.
ÑIIIIIIIIIIII
Joder, el puto timbre, ¿quién coño será?- me digo a mi mismo.
Así que me levanto a regañadientes con la intención de ser desagradable al coger el telefonillo. Imaginando a un repartidor de publicidad o alguien que se ha confundido de piso.
- ¿Síiii?
- ¿William?
- Sí, quién es.
- Soy yo.
- Y quién eres tú.
- Tú amigo inglés querido.
No puede ser, otra vez no, la visita de mis personajes va a acabar conmigo.
- Está bien Sinclair, ¿qué puedo hacer por ti esta vez?
- ¿Sinclair? Así recibes a tu Tocayo, confundiéndole con ese ser obtuso y primario incapaz de aceptar que su ex amigo le resultara más atractivo a la joven americana.
- ¿James? ¿Eres tú?
- Por supuesto que soy yo.
- Acabas de decir que eres mi tocayo.
- Soy tu tocayo.
- James, yo me llamo Guillermo.
- Guillermo, yo también me llamo Guillermo James William Hamilton, ¿te acuerdas?
- Joder ya está bien de verdad, me estáis volviendo loco, entre Sinclair y tú. Vuestras apariciones, vuestras reivindicaciones identitarias, no puedo más de verdad. Estoy intentando escribir algo un poco más serio, no sé, vosotros sois…
- ¿Qué somos?
- No sé.
- ¿Fantasías pueriles? ¿Reminiscencias de la época en la que leías a PG Woodhouse? O quizá tan sólo somos lo que en el fondo te gustaría ser.
- Joder no, sois de risa, dos señoritos insoportables. Sois, bueno fuisteis un recurso pasajero. Un día hice unas fotos malas de unos coches de carrera y no sabía que escribir, tampoco tenía ganas de volver a hacer las fotos así que os inventé. Y eso fue todo, estáis acabados.
- Eres un mentiroso, un patético mentiroso que empieza un montón de cosas y no acaba ninguna.
- Está bien seré lo que tú quieras que sea, mis personajes os rebeláis de una manera insultante, aunque tan solo seáis un estúpido decorado para un puñado de malas fotos, en fin esto es un sin dios, voy a cortar de raíz con todas estas apariciones. Así que James, ahora me gustaría continuar con lo que estaba haciendo. Discúlpame.
- Así que esta es la hospitalidad de la que tanto nos hablabas en tu visita al club.
- Pero que visita, ¿estás pirado?
- Mira Willy, jajaja, te llaman Willy, ¿sabes lo que es eso en Inglaterra?
- Sí, lo sé, te recuerdo que viví allí una buena temporada.
- Sí, sí, lo había olvidado, rodeado de esos bárbaros, los Geordies, sobre el hediondo Tyne, bebiendo cerveza a granel, fumando cigarrillos comprados en el duty free de Bruselas, patético como siempre.
- Mira James te tengo que dejar.
- ¿No tienes curiosidad en saber que me ha traído hasta aquí?
- Noooooooooo
- ¿Y si te digo que traigo regalitos?
- ¿Qué clase de regalitos?
- Lo ves, eres patético, materialista y narizón.
- Está bien, te seguiré el juego, yo al menos soy real, y tú tan sólo un producto de imaginación, un mal producto por cierto.
- Pero soy rico, guapo, alto, conduzco tus coches preferidos, y me he acostado con la mayoría de las mujeres con las que has soñado acostarte.
- Con todas no.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- De eso ya hablaremos en otra ocasión, ahora ábreme por favor.
- En fin, abro.
Antes de abrir la puerta miro temeroso a Daniela. Sigue dormida, y parece muy feliz. Pero no sé una aparición así, quizá sea demasiado para ella, tan sólo tiene 6 años. Podía generarle secuelas… traumas irreductibles, fobias… pero bueno que puñetas, es una fantasía, dejemos que nos lleve donde nos tenga que llevar.
- Así que aquí es donde vives.
- Aquí vivo.
- Agradable.
- Gracias.
- Pero… pequeño.
- Ya. Un comentario previsible de alguien que debe vivir en una mansión, por cierto me gusta tu chaqueta.
- Gracias. Pero es cara, muy muy cara. Es una pena que tú no puedas permitírtela. Te quedaría bien…arreglándola un poco claro.
- Bueno al grano James, ¿motivo de tu visita?
- ¿Aita?
Coño Daniela. Se acaba de despertar.
- Si, cariño.
- ¿Quién es tu amigo?
- ¿Mi amigo?
- Sí, tu amigo el de la chaqueta azul.
- ¿Le ves?
- Claro que le veo, está en el hall y te está haciendo burla.
- ¡¡James!! Contrólate joder.
- Aita, no digas tacos.
- Hola Daniela, me llamo James ¿Qué tal? Veo que no has salido a padre, eres una niña muy guapa.
Daniela sonríe mientras se estira.
- Verás yo soy un viejo amigo de tu padre. Nos conocimos cuando vivía en Inglaterra.
- Nunca me ha hablado de ti.
- Me lo imagino, todos tenemos un turbio pasado que queremos ocultar.
- James por dios, es una niña de 6 años, cambia el tono o prometo no escribir una línea más sobre ti, o mejor, Sinclair será mi preferido y tú perderás tu fortuna, sufrirás un terrible accidente que te mutilará convirtiéndote en un monstruo…las mujeres te rechazarán, se mofarán de ti y te humillarán constantemente.
- Está bien, tú ganas. ¿Puedo tomar algo?
- Sí, puedes.
- ¿Un cocktel quizá?
- Cerveza, Cocacola, agua o zumo.
- La oferta no es excesivamente atractiva. ¿Qué cerveza tienes?
- Stella Artois, Guiness, Alhambra y Mahou.
- Una Stella, en copa. Perdón, ¿tienes copas?
- Sííííí, tengo copas.
A desgana me dirijo a la cocina, no soporto a Sinclair.
- Qué tenemos aquí… ummm esto es lo que está escribiendo tu padre ¿eh? Veamos de que se trata.
- SINCLAIR, NOOOOO LO HAGAS!!!
- Se titula el saltador de longitud, ¿Quieres que te lo lea Daniela?
- Vale
- SINCLAIR ¡¡TE JURO QUE TE AMPUTO UN BRAZO!!
Los primeros recuerdos de YANG le llevaban a su infancia en G, donde se cimentó su afición al salto. Un día de verano cuando tenía 9 años y sin saber muy el porqué Yang se paró de pronto frente a una marca que había en la arena de la playa de P, apenas visible entre huellas de pisadas sobre la arena endurecida de la orilla, justo en el momento en el que la bajamar había cesado su influencia y la mar comenzaba a reclamar de nuevo lo que consideraba suyo.
- Willy ¿últimamente estás fumando marihuana?
- Sinclair recuerda que hay una niña delante.
- Yang, su infancia en G la playa de P, ¿pero tu consideras esto literatura?
- Es sólo un cuento que estoy escribiendo para un amigo.
Al detenerse frente aquella hendidura en la arena, probablemente realizada con el canto de una pala de playa, se dio cuenta de que ese surco casi imperceptible, dibujaba parte de un pequeño terreno de juego en el que hacía un par de horas una pareja había estado intercambiando golpes.
YANG había observado hipnotizado el balanceo de las palas de los contrincantes durante un rato, y el sonido perezoso del caucho de la pelota sobre la madera de la pala amortiguado por la brisa del noreste, que como casi todos los días de verano se hacía sentir a partir del mediodía, le había llevado a quedarse dormido.
YUE, su madre, le había acariciado el pelo momentos antes de caer rendido por el sopor y ahora mirando fijamente al suelo pensaba en la sensación tibia y reconfortarte de sus manos, las dulces palabras susurradas en chino y como el recuerdo del olor a bocadillo de tortilla que emanaba la bolsa de playa sobre la que había apoyado su cabeza, le había abierto ligeramente el apetito.
- A ver si me entero hay un niño chino que come tortilla de patata que se queda dormido mientras ve como una pareja juega a las palas.
- Exacto.
- Te crees muy ingenioso, ¿no?
- No te entiendo.
- Veamos, en primer lugar ese juego de “palas” ¿en qué consiste? El lector tendrá que saber de que se trata.
- Sinclair es el clásico juego de palas que se juega en las playas.
- En Capri nunca he jugado a semejante juego.
- Sinclair, es un cuento para un amigo mío, una persona normal, y sabe perfectamente de lo que hablo, además es algo complementario, Mise en scene, joder te he dicho que no lo leas. Toma tu Stella.
- Gracias pequeñín.
Antes de hacer nada observó como diferentes grupos de gente paseaban cerca de la orilla; cuatro señoras que hablaban a voces andaban de manera engañosa, porque sus pasos cortos y nerviosos no se traducían en un rápido desplazamiento, una pareja discutía sobre quién de los dos había tenido la culpa de que su hijo Nicolás se hubiese perdido al llegar a la playa, y si deberían haber llamado inmediatamente a los socorristas. Mientras eso sucedía, su hijo Nicolás se alejaba de nuevo hacia el muro del rompeolas.
Durante un par de minutos YANG permaneció inmóvil, con la mirada fija en el final del terreno de juego, sintiendo como las tripas se le revolvían y como un picor que nunca hasta entonces había sentido le invadía las piernas desde las rodillas hasta las caderas.
Se relajó girando la cabeza de un lado hacia otro. 10 veces a la izquierda y 10 veces a la derecha, suavemente, como si unas manos invisibles acunaran su cabeza, muchos años después de su retirada YANG todavía sería recordado, además de por sus plusmarcas mundiales, por esta liturgia tan peculiar.
- ¿Esto es todo?
- Sí, eso es todo.
- Poca cosa, Willy, muy poca cosa.
- Estoy en crisis creativa.
- Y tanto, y tanto…
- Aita.
- ¿Qué cariño?
- ¿Quién es Yang?
- Yang es un niño.
- Tiene un nombre muy raro, pero me gusta.
- Su madre es china, cariño. Por eso el nombre te resulta extraño.
- Niños chinos que comen tortilla de patata, ummm, no sé no lo acabo de ver Willy.
- Joder que no es un niño chino, su padre es vasco y su madre es china, ha nacido en Bilbao por lo tanto es un niño Bilbaino al que le gusta la tortilla de patata, como a casi todos los niños de Bilbao.
- A mi me gusta la tortilla Aita.
- Lo sé cariño.
- Está bien, tú eres el autor.
- Sí YO SOY EL AUTOR. Y me gustaría seguir escribiendo.
- Entiendo. Pero antes tengo que darte tus regalos.
- Procede por favor.